Bajo el programa “Mi huella escolar”, impulsado por Kyklos, la comunidad se desafió a medir su impacto ambiental en razón de sus emisiones.
Todos los días más de 1100 estudiantes y 105 profesores se transportan desde sus casas hasta el Liceo Bicentenario San José, de la comuna de San Javier, Región del Maule. Cientos de autos se congregan en el establecimiento, llegando desde diversos alrededores, todas las mañanas; y luego, todas las tardes, los mismos vehículos salen del lugar de vuelta a sus viviendas u otros destinos, algunos muy próximos, otros muy lejanos. Viendo esta peregrinación matutina, día tras día, funcionarios del colegio no pudieron evitar preguntarse: ¿Cuánto contamina todo esto? La respuesta finalmente la obtuvieron el 17 de abril, cuando tras 6 meses de intenso trabajo, finalizaron el programa “Mi Huella Escolar”, impulsado por Kyklos y financiado por CCU, donde el colegio pudo calcular su impacto ambiental mediante su huella de carbono.
Joseline Tejo, profesora del establecimiento, fue parte de este proceso: “Es todo un desafío”, asegura, “recopilar toda la información toma mucho trabajo y tiempo, además de las labores personales que cada uno tiene con el colegio. Nos comprometimos con una ardua tarea y logramos llevarla adelante”. Las horas de trabajo a las que se refiere Joselin se traducen en decenas de boletas y facturas relacionadas al consumo energético del colegio, y otras encuestas que fueron enviadas a los colaboradores y estudiantes para conocer sus hábitos de transporte. El 97% de los datos fueron obtenidos a partir de registros internos, lo que permite asegurar que la información utilizada es trazable y proviene de fuentes confiables.
Pero el levantamiento de datos fue solo la primera parte de este desafío. Luego de este largo trabajo se estableció un comité que realizaba reuniones mensuales, en las cuales se discutían los avances del proyecto y también se realizaban sensibilizaciones respecto al impacto ambiental de la comunidad.
Los resultados
Tras recopilar la información se debió hacer el procesamiento de los datos, el cual consistió en generar una serie de equivalencias que dieron como resultado una cantidad de volumen de Dióxido de Carbono. La cifra no necesariamente responde a cuánto carbono liberó el colegio durante el año, sino a una estimación de la cantidad de gases de efecto invernadero que se generaron a través de las distintas actividades que realizó el establecimiento. “Es una forma de entender el impacto que tiene cada pequeña acción que hacemos”. explica Tatiana Lamatta, experta en cálculos de Huella de Carbono y parte del equipo de soluciones circulares de Kyklos, “cada vez que prendemos una luz se está consumiendo energía, para que esa energía llegue al colegio, tuvo que venir de alguna fuente, y esa fuente casi siempre genera gases de efecto invernadero. Todo ese tipo de pequeñas acciones se suman y finalmente logramos ver que para llevar a cabo nuestro día a día se tuvo que generar mucha energía, y se tuvo que liberar mucho material contaminante”.
Así, el trabajó realizado por Kyklos junto al establecimiento y su comunidad, arrojó la esperada conclusión: durante el último año, el Liceo San José tuvo un impacto equivalente a 1198 toneladas de CO2 en la atmósfera. Esto se puede traducir en 1,07 toneladas de CO2 por cada estudiante, u 11,3 toneladas de CO2 por cada administrativo del colegio. En detalle, la mayoría de los gases de efecto invernadero generados por la comunidad vienen de sus medios de transporte, el desplazamiento diario desde y hacia el colegio que en su conjunto aportan el 96% de las emisiones. La siguiente fuente de emisiones más grande es el consumo de energía, pero esta sólo constituye el 1,9% de su impacto. “Tener este dato es muy bueno”, explica Lamatta,”esta es la gracia del cálculo de la huella de carbono, nos muestra específicamente en donde estamos contaminando más, y eso nos permite concentrar nuestros esfuerzos por reducir impacto en donde sea más efectivo”.
¿Y ahora qué?
El informe de Kyklos, entrega además del cálculo de la huella, las principales acciones que el colegio puede tomar para reducir su impacto ambiental. Entre estas recomendaciones está promover el transporte público, incentivar el uso de la bicicleta, compartir los vehículos entre colaboradores a través de turnos e implementar talleres de sensibilización para la comunidad. Daniela Alvear, profesora de Ciencias Naturales del colegio, cuenta que ya se han tomado algunas medidas, tanto en infraestructura como en educación: “Convocamos a toda la comunidad y hubo una gran respuesta porque nuestros alumnos están muy conscientes del problema ambiental. Hemos instalado bicicleteros junto a los estacionamientos, cambiamos toda la luminaria del edificio por luces LED de menor consumo y estamos en proceso de instalar paneles fotovoltaicos para reducir nuestro consumo de la red nacional.”
Pero este camino no se termina aquí, ya que aún faltan algunos pasos para que el colegio pueda certificarse como el primer colegio de su región en medir su huella de carbono y el segundo en todo el territorio nacional. “Aún queda camino que recorrer, porque los datos tienen que ser verificados” explica Camila Pavez, coordinadora de cultura y experiencias en Kyklos, “ahora todo el proceso de medición de la huella debe pasar por una auditoría de un ente externo, para comprobar que el procedimiento se hizo acorde a las normas internacionales. Una vez que ese proceso esté verificado, el colegio podrá aplicar al sello de Huella Chile, el programa nacional que certifica la medición de huellas de carbono a todo tipo de instituciones en el país”.
Todo este trabajo ha generado un profundo proceso educativo en el colegio. Gracias a reconocer su huella de carbono, hoy el Liceo Bicentenario San José ha puesto mayor énfasis en el programa de educación ambiental. Barbara Von Igel, que forma parte de la comisión evaluadora de la Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales entregada por el Ministerio de Educación, también formó parte del proceso y destaca lo importante que puede ser para una comunidad educativa. “Nosotros no requerimos este tipo de acciones para obtener la certificación, porque sería muy exigente”, explica,”pero sí creemos que es un logro increíble de parte del liceo. A partir de la huella de carbono se puede generar toda una estrategia de educación ambiental en el establecimiento que está directamente relacionada con las vivencias del día a día de los alumnos, en el mismo recinto. Los colegios son catalizadores del compromiso de la comunidad, por lo que muy pronto creo que veremos grandes cambios de consumo y cuidado ambiental no solo en el colegio, sino en todas las familias y personas del sector”.